En una Europa medieval turbulenta para los judíos, Italia ofrecía condiciones favorables para su desarrollo. En los Estados del norte, los inmigrantes judíos que llegaban de Alemania y Francia pudieron incorporarse a las comunidades ya establecidas y recibieron de los gobernantes locales concesiones y autorizaciones para asentarse en sus comarcas y desarrollar sus economías.

En el siglo XVI, las comunidades judías del norte crecieron considerablemente con el arribo de los judíos españoles, quienes se radicaron en Venecia, Génova y Nápoles. Si bien ocuparon cargos importantes, las guerras internas y la amenaza turca sobre Europa crearon un estado de inseguridad que también los alcanzó a ellos.

Pero a pesar de las restricciones económicas y legales, y las persecuciones en los territorios papales, que eran muy frecuentes, no lograron amedrentar la iniciativa y la creatividad de las kehilot (comunidades) italianas en la economía, la cultura, la ciencia e inclusive en la participación política.

Acompañennos a través de un recorrido único por la bella Italia y sus raíces judías.